domingo, 8 de abril de 2012

A medianoche

Recuerdo...

Un libro. Más bien era un folleto de varias páginas, que junto a otros formaban una pequeña colección. Como un largo ciempiés formado por palabras. Posiblemente los regalaban con el periódico del domingo o tal vez era una de esas "reliquias" familiares que nadie sabía de dónde procedían. Pero el caso es que siempre estaba en el mismo armario y en el mismo cajón, esperando a que mi curiosidad de niño lo descubriera cual tesoro enterrado en una isla desierta. Esperándome.

Era uno de esos libritos de autoayuda, con la característica de que este se centraba en las mujeres embarazadas. "El perfecto sustituto de un médico al alcance de su sofá". Hablaba de lo que les estaba prohibido comer, de lo peligroso que era abusar de ciertos fármacos en su estado -como si en cualquier otro estado no lo fuera- y de ciertas paranoias mentales que había que evitar a toda costa. Era un librito ilustrado y por eso me gustaba. Al fin y al cabo, ¿a qué niño no le gustaban los dibujos? Pero aunque recuerdo algunas ilustraciones, hubo una que me llamaba mucho la atención. Una con la que desarrollé una especie de relación amor-odio.

"Una habitación fría y oscura, posiblemente una sala de estar. Al fondo, una ventana se abre hacia una noche de luna llena que recorta las siluetas de altos edificios con ventanas amarillas. Antenas de todo tipo: parabólicas, de radio, de TV... Farolas. Un gato negro. La contaminación lumínica impide ver las estrellas.
Dentro, la televisión, aunque encendida, sólo emite un tenue resplandor eléctrico que ilumina fantasmagóricamente la escena. Miles de puntitos grises en continuo movimiento acompañados del sonido de cientos de moscas. Quizás sea tan tarde que ya ha acabado la programación, o quizás la televisión no esté sintonizada. En el centro de la habitación, un viejo sillón orejero y en él, una mujer. Lleva una bata de felpa rosa, unas zapotillas a juego y unos rulos de peluquería que completan su look de ama de casa. Sin embargo, su aspecto está lejos de ser el que debería proporcionar la comodidad del hogar: ojeras hasta los tobillos, piel pálida de aspecto enfermizo, ojos rojos y muy abiertos... Difícilmente podemos decir que está sentada; más bien, retrepada. Su mirada está fija en la puerta de su casa, la entrada a su pequeña fortaleza, que se encuentra fuera de plano. Está esperando a que ocurra algo. Algo que lleva esperando toda la noche, posiblemente todo el día, y que no le ha permitido pegar ojo. Tiene miedo. Mucho miedo. Demasiado".

Creo que hoy, unos 15 años después, puedo decir con seguridad que lo que llamó mi atención de aquella escena tan desalentadora y a la vez tan terrorífica no fue
lo que estaba pasando en ella, sino lo que iba a pasar. ¿Por qué aquella mujer estaba en aquel estado tan traumático? ¿Qué era aquello que le causaba auténtico pavor? ¿Estaba esperando a que su marido llegara del trabajo y la saludara de aquella manera tan "efusiva" a la que ya la tenía acostumbrada? ¿O quizás había desarrollado una paranoia en la que ella iba a ser la víctima de un brutal robo? Una mujer en su estado -recordemos que el folleto era una guía sobre los posibles problemas desarrollados durante el embarazo- puede tener miedo de muchas cosas, pero hay algo que nos asusta a todos por igual y que creo que es la respuesta más plausible a mi pregunta: la soledad.

Es increíble cómo podemos llegar a sentirnos completamente solos en medio de una gran multitud y sin embargo, estar a solas con una persona especial y sentir que estamos completos y que no nos hace falta nada ni nadie más para ser felices. La soledad puede llegar a ser nuestro peor enemigo y al mismo tiempo nuestro mejor aliado, dependiendo de nuestro estado de ánimo. Todos hemos necesitado alguna vez estar a solas, sentirnos libres y en paz con nosotros mismos y disfrutar del silencio que te permite pensar y poner tus ideas en orden. Yo sólo quiero no estar solo.



"Nunca estaremos solos, siempre nos acompañará la soledad".




3 comentarios:

Arizona Baby dijo...

¡Qué formato más moderno te me has puesto!
Al principio es muy complicado ponerlo todo bien, pero el contenido, que es lo importante ya lo tienes.
Un poco de publi, y a rular!

-xxx-

Arizona Baby dijo...

Ah, y cuando tengas ganas, cámbiate el formato. Esto es un lío. No sé ni cómo seguirte...

Alessandra dijo...

Debió ser difícil para un niño asimilar el concepto de soledad, no recuerdo haberla sentido en toda mi infancia, supongo que la imaginación de cualquier peque supera esas barreras, imaginación que perdemos con la edad ¿Se asume entonces el término soledad con la madurez? Dura condena para algunos y dulce amargura para otros.
Curioso que un sentimiento tan vacío como es la soledad sea tan difícil de describir, de atrapar.
Espero no haberme extendido demasiado, genial entrada.

Publicar un comentario